viernes, 13 de noviembre de 2009

Ofrenda para El baile de los Silenos

Para Antonio Serrano Cueto.

Delirios púrpuras del sabio
que estalla en la embriaguez de los destinos.
Ahí donde los aceites de la fortuna viven
comenzaron la vid y los racimos.
El pánico desfalleció,
y los ojos de arcilla de los dioses
levantaron la simiente de los signos.
En vano la cólera confunde los lustrales
pensamientos de los sobrios.
Entre los ojos las bocas se juntan
en torno de repletas copas.
Ahí se incuba el furor,
y la nodriza se prodiga en la vendimia.
Los vaivenes del paso confunden
el súbito atardecer de la locura.
Vacilan los caireles del silencio torvo
y las imploraciones nocturnas ensartan
los amuletos y ese gemelo lunar
de los que divagan ebrios.
De leves pies como el rumor,
la lengua frenética se sacia
en las manos alzadas,
y un rumor de himnos como de mar
ensanchan las velas del jubilo.
Ululantes las pezuñas machacan filos
y en el tonante dolor de abecedario,
pisotean la sangría de los misterios.
Entre la lumbre de los nombres,
en el baile de los silenos,
la vid se rinde minuciosa
al lecho mismo de su sombra.

Sergio Astorga
Tinta y plumín 20 X 30 cm.