Todo apuntaba al goce extraño de encontrar la dirección. Caminamos cubiertos con el celaje de los recuerdos. La tienda de Doña Rosita, ya no estaba, ni el el taller eléctrico del Maestro Artemio, ni aquel candente departamento de masajes y galopes varios. Un relieve de memoria finge encontrar lo que ya no vive. Era inútil quedarse. Sólo el regazo de la arruga del retorcido presente nos subyuga. Un plomo en la frente y un fósforo enciende lo que nunca regresa. Todo apuntaba al camino de buenos pensamientos. Todo.
Karla Arroyo Calderón
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Karla Arroyo Calderón (Ciudad de México). Radica en Cuernavaca, Morelos.
Sus textos se han incluido en diversas antologías de editoriales y revistas
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